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CATALUNYA

Recorrido a pie por el Barri Gòtic de Barcelona

Jaime Reula
Published on Data viatge: 2007 | Publicat el 27/08/2007
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Introducción

Este recorrido por el Barrio Gótico de Barcelona parte de la plaza Nova y nos conduce, tras visitar la Catedral y la plaza de Sant Jaume, hasta la plaza del Rey.

Se trata de uno más de los numerosos itinerarios por Barcelona que ofrece Jaime Reula en su blog Barcelona a pie a todo aquel que quiera despojarse de las prisas y echar una mirada curiosa al pasado.


EL BARRI GÒTIC / BARRIO GÓTICO DE BARCELONA

Plaça Nova
Plaça Nova

La Colonia Faventia Julia Augusta Paterna Barcino fue fundada hacia el año 20 a. de C. sobre una pequeña elevación cercana a la playa, el Mons Taber, en cuyo centro se erigió el foro, el núcleo religioso y administrativo de la ciudad. Como tantas otras ciudades levantadas por los romanos, Barcino estaba amurallada. Dos vías principales, el cardo máximo y el decumanus unían las cuatro puertas de la ciudad con el foro.

En la plaza Nova, junto al Palau Episcopal, encontramos una de estas cuatro puertas, flanqueada por dos de las torres de las murallas. Junto a la torre de la izquierda se aprecia la reconstrucción de un arco de uno de los acueductos que abastecían de agua la ciudad.

Barcino fue una importante plaza fuerte, sobre todo cuando, a raíz del devastador saqueo franco y alamán del año 270 d. de C., sus habitantes se apresuraron a reforzar las murallas ampliando su grosor y elevando las 78 torres de defensa hasta 18 metros de altura. La prisa por fortalecerlas hizo que los barceloneses echaran mano de toda clase de materiales "de construcción", incluyendo estatuas del foro, columnas, lápidas funerarias y otros restos monumentales que han convertido las murallas en un verdadero filón para los arqueólogos.

Si quisiéramos recorrer las calles que hoy siguen el trazado de las antiguas murallas deberíamos seguir la avenida de la Catedral, Tapineria, Sots-tinent Navarro, Correu Vell, Avinyó, Banys Nous y la calle de la Palla. Pero optaremos en esta ocasión por atravesar la puerta en dirección a la calle del Bisbe para adentrarnos en la Barcelona medieval.

Tras ascender por un puente levadizo imaginario, nos encontramos a mano izquierda con Ca l'Ardiaca, un edificio del siglo XVI que ha tenido diversos usos antes de convertirse en Arxiu Històric de la Ciutat. De principios del siglo XX, época en que fue sede del colegio de abogados, conserva un curioso buzón de Domènech i Montaner que representa cuán rápidamente hubieran deseado los abogados que se resolviesen los pleitos (las golondrinas) y cuán lentamente iban en realidad (la tortuga) por culpa de los enredos administrativos (las hojas de hiedra).

Podemos acceder al patio interior a través de una puerta renacentista decorada con bucráneos (cabezas de buey) y guirnaldas. El patio gótico es uno de esos rincones deliciosos que invita a la meditación mientras se escucha fluir el agua de la fuente.

Fachada de la Catedral
Fachada de la Catedral

A continuación, tras visitar la capella de Santa Llúcia (la única parte románica de la Catedral), nos dirigimos a la puerta principal de la Catedral. La Catedral es una verdadera joya del gótico que se comenzó a construir en 1298. Pero, ¡atención!, que no es oro todo lo que reluce. La portada monumental y el cimborrio que aparece sobre nuestras cabezas nada más entrar datan de 1913. Por cierto, se dice que cuando Gaudí contempló la nueva fachada por primera vez decidió que no volvería a pasar nunca más por delante...

Echando cuentas se ve que la catedral tardó más de 600 años en ser concluida. "Sembla l'obra de la seu!" (parece la obra de la catedral), se suele decir para expresar enfado ante la lentitud ajena. No es difícil imaginar de dónde proviene esta expresión.

La catedral gótica (siglo XV) ocupa el lugar de una iglesia románica (siglo XI) que había sustituido a una mezquita (siglo VIII), que a su vez ocupaba el sitio de la basílica paleocristiana (siglo IV) que había desplazado al templo de Augusto (siglo I a. de C.). Nos encontramos, pues, en lo que durante siglos ha sido el centro espiritual de la ciudad.

La Catedral contiene tal profusión de obras de arte que resulta difícil decidir por dónde comenzar. Conviene no pasar por alto la capella del Santíssim Sacrament, donde se conserva el Cristo de Lepanto (siglo XVI). Según la tradición, durante aquella batalla se obró un gran milagro: el Cristo se movió para esquivar una bala de cañón. Como, por lo visto, con un milagro era suficiente, decidió no volver a su posición original y desde entonces se encuentra inclinado hacia un lado. Quienes no "comulguen" con esta explicación deberán atribuir la postura de la escultura a la voluntad del artista de captar el gesto de dolor del Cristo agónico...

En el centro de la catedral encontramos una muestra exquisita del arte de la madera: los respaldos y los pináculos de las sillas que ocupaban los canónigos y el obispo en el coro (siglo XIV). Los escudos de los respaldos pertenecen a los miembros de la Orden del Toisón de Oro, reyes y nobles de toda Europa que en 1519 fueron convocados a reunirse en Barcelona por el emperador Carlos V. Las escenas en mármol del martirio de santa Eulalia que cierran el coro son de Bartolomé Ordóñez y Pedro Villar (siglo XVI). Las capillas laterales y del ábside contienen retablos góticos, renacentistas y barrocos, y son algunos de los pocos de la ciudad que se salvaron de la gran quema de arte religioso que tuvo lugar en julio de 1936, durante la guerra civil española. En la cripta situada bajo el altar mayor se encuentra el sarcófago de alabastro que contiene los restos de santa Eulalia, la antigua patrona de la ciudad. Las esculturas son obra del italiano Lupo di Francesco (siglo XIV).

Plaça de Sant Felip Neri
Plaça de Sant Felip Neri

En caso de experimentar los síntomas del síndrome de Stendhal, resulta de lo más recomendable subir a tomar el aire a la cubierta de la Catedral (tras pagar un "donativo") o salir al claustro a respirar un poco. Desde la cubierta se puede observar la estatua de Santa Elena que corona el cimborrio. La tradición cristiana atribuye a esta santa el mérito de haber hallado la vera cruz. El claustro (siglo XV) es un lugar apacible, o al menos pretende serlo, que invita a sentarse en un poyo de piedra, a contemplar las ocas (por cierto, hay tantas como martirios padeció Santa Eulalia) y a deambular mientras se observan los escudos de los gremios medievales.

Tras abandonar el claustro por la puerta que da a la calle del Bisbe y recorrer un breve trecho de la calle de Sant Sever, al girar a la derecha llegamos a uno de los rincones con más encanto de la ciudad: la plaza de Sant Felip Neri. Se trata de una pequeña plaza cuya tranquilidad invita a quedarse. Apoyados en la fuente octogonal, podemos contemplar la iglesia barroca de Sant Felip Neri (1752). Dice una leyenda urbana que aquí tuvieron lugar algunos fusilamientos durante la guerra civil. No es cierto. Las marcas de las paredes fueron causadas por la metralla de los bombardeos aéreos que padeció Barcelona en aquellos años terribles, y bien se nota que no tienen aspecto de balazos. En esta misma plaza murieron 42 personas, entre ellas muchos niños, en enero de 1938, durante un funesto bombardeo. La catedral y sus alrededores fueron uno de los objetivos prioritarios de la aviación italiana que operaba desde Mallorca al servicio de Franco. De hecho, la actual avenida de la Catedral surgió tras la demolición de las casas afectadas por las bombas.

Junto a la iglesia se encuentra la casa del gremi de sabaters (hoy Museu del Calçat Antic), un edificio renacentista que fue trasladado en 1943 piedra a piedra hasta aquí desde su ubicación original, la calle de la Corribia, desaparecida a raíz de los bombardeos de la guerra civil. En la fachada se pueden ver los símbolos de los zapateros y el león de san Marcos, patrón del gremio. A su lado, la casa del gremi de calderers (siglo XVI) también tiene una historia ajetreada. Dejó su plaza del Oli "natal" hacia 1908, cuando se estaba construyendo la Via Laietana, y anduvo por la plaza Lesseps antes de llegar aquí.

El arco neogótico
El arco neogótico

Regresamos a la calle del Bisbe, siguiendo de nuevo el decumanus romano, y nos dirigimos hacia la plaza de Sant Jaume, que toma su nombre de la iglesia que hasta 1824 hubo allí. Hoy es la sede del Ajuntament de Barcelona y de la Generalitat de Catalunya. Tras pasar bajo el arco neogótico (1928) que une el Palau de la Generalitat con la Casa dels Canonges (residencia oficial del President de la Generalitat), llegamos a la fachada medieval de la Generalitat (siglo XV), la más antigua de las dos fachadas monumentales del edificio. Destacan en ella el medallón, las gárgolas y los pináculos que el joven escultor Pere Joan realizó cuando tan sólo tenía 20 años. En el medallón hay un Sant Jordi matando al dragón y, en las gárgolas que lo flanquean, aparecen la princesa salvada y un monstruo cogido por dos niños que parecen quererlo amansar. Se dice que los diputados que encargaron las esculturas quedaron tan satisfechos por el resultado que pagaron a Pere Joan el doble de lo que se había estipulado en el contrato.

Ya en la plaza de Sant Jaume, el corazón político y administrativo de Barcelona, podemos detenernos a contemplar la fachada renacentista de la Generalitat (1602). Su autor, Pere Blai, se inspiró en el palacio Farnese, construido por Miguel Ángel en Roma. La distribución en tres pisos aparece acentuada por el uso de piedras de diferentes tonos cromáticos. La escultura de sant Jordi, muy posterior, es obra de Andreu Aleu (1860).

Al otro lado de la plaza, podemos observar la fachada neoclásica del Ajuntament (1847), obra de Josep Mas i Vila. Las esculturas que flanquean la puerta representan a Jaume I y a Joan Fivaller, dos figuras de especial valor simbólico para la historia de la ciudad. Jaime I fue el monarca que concedió a la ciudad la autonomía municipal y Joan Fiveller, el conseller que a principios del siglo XIV salió en defensa de las libertades catalanas al exigir al mismísimo rey Fernando I el pago del impuesto llamado vectigal. No obstante, la fachada más valiosa del Ayuntamiento se encuentra en la calle de la Ciutat. Esta fachada gótica (siglos XIV-XV) es obra de Arnau Bargués y en ella destaca, sobre la puerta, la imagen del arcángel San Rafael y los escudos de la ciudad y del rey Pere el Cerimoniós. En la parte derecha se pueden observar los estragos causados en esta fachada por la construcción de la neoclásica. En la esquina de la izquierda, una imagen de santa Eulalia muestra en un brazo los desperfectos que padeció durante el Trienio Liberal (1820-1823). Y una anécdota más: el poyo con escaleras adosado a la pared servía para que los consellers, los magistrados de Barcelona, pudiesen subir cómodamente a sus caballos.

Volvemos sobre nuestros pasos y atravesamos otra vez la plaza para dirigimos a la calle Paradís. En el pavimento del número 10 de esta calle encontramos una rueda de molino que marca el centro de la antigua ciudad romana y, en la pared, la modesta altura del Mons Taber sobre el nivel del mar. Al acceder al patio del Centre Excursionista de Catalunya encontramos cuatro columnas del templo de Augusto, una altiva construcción cuya figura dominaba el foro. Fueron descubiertas en 1905, durante una remodelación del Centre.

Torre de la Capilla Real
Torre de la Capilla Real

Volvemos de nuevo sobre nuestros pasos para tomar la calle de la Llibreteria, sobre el trazado del antiguo cardo máximo, y la calle del Veguer. De repente nos plantamos en la plaza del Rey, el centro del poder real en la Barcelona medieval. A nuestra izquierda, el Palau del Lloctinent, una gran mansión del siglo XVI que fue la sede del virrey (o representante del monarca) en tiempos de los Austrias, y también de la Inquisición, el tribunal encargado de perseguir las herejías.

Frente a nosotros, el Mirador del Rei Martí, una torre del siglo XVI que casi merece ser llamada rascacielos, y los ventanales del Saló del Tinell (1370), el gran salón gótico para actos oficiales del Palau Reial Major. En la esquina, las escalinatas donde en 1492 el payés Joan de Canyamàs hirió con un puñal a Fernando el Católico, un hecho que a punto estuvo de costarle la vida al rey (de la suerte que corrió el regicida frustrado, mejor no hablar).

A nuestra derecha, la airosa torre de la capilla real de Santa Àgata, construida sobre la muralla romana por el rey Jaume II (siglo XIV). A nuestra espalda, finalmente, la casa Clariana-Padellàs, un palacio del siglo XIV que fue trasladado piedra a piedra en 1930 desde la calle Mercaders hasta su ubicación actual. Hoy alberga el Museu d'Història de la Ciutat. La visita al museo es muy recomendable, ya que permite descender a la Barcino romana, admirar el Saló del Tinell y la capella de Santa Àgata y disfrutar de una vista privilegiada desde el Mirador del Rei Martí. Feliz visita.

-- © Barcelona a pie --


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